Ha pasado mucho tiempo desde que creé mi última contribución a este cinematográfico blog. Curiosamente, aquella última vez también hizo referencia a un estreno de cartelera de mi ídolo Brad Pitt. Lamento que ir a la sala de cine, tras la pandemia, resulte mucho menos motivador que antes, y no porque el encanto de una sala y unas palomitas haya perdido en emoción, sino porque los estrenos que realmente merecen la pena, esos que atraen al espectador sobremanera, no existen en la actualidad. Lamento que la evolución y el progreso impliquen que el cine se convierta en un mero negocio a través de plataformas, que incitan a no salir de casa y a consumir visionado en ratos alternos o todo de una vez, en vez de disfrutarlo en una sala de cine. Por otra parte, el precio de una entrada, sin reducciones, para ver una sola película resulta desconcertante. Ir a una sala de cine es un lujo, en los tiempos que vivimos, para mucha gente, aunque bien es verdad que las nuevas generaciones, en general, no están muy interesadas en el Séptimo Arte, siendo este, sin duda, parte de la cultura de cualquier ser humano. Quizás las familias no transmiten este interés, quizás no ven importante dedicar parte de los ahorros a este tipo de ocupación cultural o quizás, son los propios niños y adolescentes de hoy quienes no son capaces de estar diez minutos seguidos en silencio y prestando atención a un único estímulo. Cualquier motivo es válido. Las cosas han cambiado mucho en la sociedad y en la naturaleza humana. Las prioridades son otras, y sin duda, la educación que se recibe y que se inculca es muy diferente también.

Tras una introducción personal algo independiente del meollo de esta entrada, me precipito a desgranar mi apreciación sobre una película de 188 minutos, con un elenco que no pasa inadvertido: un maduro y experimentado Brad Pitt (como Jack Conrad), una impresionante Margot Robbie (tanto en aspecto como en calidad interpretativa), un prometedor Diego Calva (nominado al Globo de Oro por este trabajo), un Tobey Maguire como secundario caracterizado con un aspecto y una actitud algo peculiar y un muy cambiado Eric Roberts, en su línea de hacer un personaje poco agradable en trato. Todos ellos dan su toque personal a la trama. Además, nos topamos con Lukas Haas (niño de «Único testigo»), con Olivia Wilde, o con Olivia Hamilton, en apariciones breves. Tres horas de película dan para que la posibilidad de que el cartel de actores se incremente sea factible. Vayamos al grano… ¿de qué va la película exactamente? El director, Damien Chazelle (1985), responsable de títulos como «La la land» o ‘First Man (el primer hombre)’, entre algún otro, nos muestra una visión más realista y menos admirable de lo que supuso y fue el panorama cinematográfico de Hollywood en la década de los años 20 y 30. No les pillará de sorpresa, estimados lectores, que les diga que no era oro todo lo que relucía. Nada tenía que ver lo que el espectador captaba y sentía frente a la gran pantalla, con lo que celebridades del momento vivenciaban en sus particulares, «colosales» y desmesuradas existencias. Nada hay que esconder si la realidad del momento para directores, productores y actores/actrices no era solo ver cómo el cine, a la par que el mundo, evolucionaba, transitando de modo mudo a sonido. Gran paso de gigante, por supuesto, pero insuficiente para personas a las que el dinero se les quedaba pequeño y precisaban de llenar sus vidas con vicios y banalidades. Así es de caprichosa la mente humana. Por otro lado, podemos comprobar en esta película cómo la clave del éxito en este mundillo estaba llena de servilismo, trapicheos, manipulación, picardía, falsedad y apariencia. Que hasta el tipo más humilde del mundo pudiera terminar en la cima siendo servicial y resolutivo, y el tipo que ya estaba en la cima pudiera caer en cero coma por decadencia, debilidad o estupidez, supone una ironía en sí misma. De esta gran ironía, nace la comicidad en varios momentos de la trama. Muy bienvenida, ya que compensa todo la realidad agridulce, por no decir amarga, de la auténtica realidad de la Meca del Cine en sus tiempos de «gloria».
La banda sonora original, compuesta por Justin Hurwitz (‘Whiplash’, «La la land»), es una delicia para los sentidos. Maravillosa. Sublime. Muy especial y muy característica del mencionado compositor y guionista californiano, nacido en 1985. Felicitaciones por un excelente trabajo.
Su guion en algún momento es soberbio. Destaco una dura y realista conversación entre Jack Conrad (Brad Pitt) y Elinor St. John (Jean Smart). No se la pierdan. El personaje de Smart está basado en la novelista británica Elinor Glyn. Glyn escribió para las revistas ‘Cosmopolitan’ y ‘Photoplay’. Creó el término ‘It Girl’ y publicó, además, unas cuantas novelas románticas.
Ahora que se va acercando el momento de ir cerrando este post con la calificación que doy a ‘Babylon’, les confieso que no es sencillo calificarla. Por un lado, la película está muy bien llevada y está bien hecha, con unos efectos de sonido y unos detalles muy cuidados. Me recuerda en algunos instantes esporádicos a «La la land» y en una escena en concreto, al magnífico clásico «Cinema Paradiso», y tiene todo su sentido. Por otro lado, me hubiera gustado ver a un personaje de Brad Pitt más feliz, más romántico, más conectado con una vida plena, más fuerte quizás ante situaciones que son ley de vida para todos. Sin embargo, siendo el que es, lo borda, desde mi punto de vista. Lo mismo ocurre con Margot Robbie. Esta guapísima actriz está de Óscar en la piel de Nellie LeRoy. También hubiera querido quizás una visión más edulcorada y menos decepcionante de lo que fue el mundillo cinematográfico en tiempos de «esplendor», pero interiormente me percato de que esta y no otra fue la surrealista realidad de un momento único en ese famoso rinconcito de Los Angeles (California). Una cosa me queda clara y es que nada, absolutamente nada va a empañar o a enturbiar el recuerdo que tengo de mi viaje a este lugar hace unos añitos. Jamás olvidaré las calles de Bel-Air por las que paseé con los ojos como platos, ni mucho menos esa montaña con las letras de HOLLYWOOD a un mínimo de distancia de mi persona. Aquel viaje fue un sueño hecho realidad y, en cierta manera, esta película me lo volvió a recordar, aunque sin esa «suciedad» de la que hace gala esta película.
Concluyendo, y ya sin más espera, les comunico que mi calificación para con este trabajo cinematográfico es de un merecidísimo y, lo más objetivo posible, 7,8/10. Dejo a un lado que resulta demasiado extensa y que tendría que armarme de valor para volver a verla aun cuando pasara un tiempo prudente. Reconozco que la sinopsis no me ha seducido y lo que conlleva, tampoco.
Esto es todo. Muchísimas gracias, estimados lectores, por su atención. Sean felices y hasta próximas entradas.
Gema M.ª Gómez del Barco – De la mano del Séptimo Arte
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